Ego versus público
Me ratifico: NO HAGO TEATRO PARA
OBTENER LA APROBACIÓN DE OTROS TEATRISTAS Y MUCHO MENOS PARA LOS
DILETANTES. Hago teatro para aquellas personas que ven el teatro como
un medio de entretenimiento; para aquellos que dicen “hoy voy a
distraerme al teatro”.
Lamentablemente el ego del artista,
cuando ha sobrepasado todo sentimiento de humildad, se eleva incluso
por encima de su propia complacencia. De tal modo que aun viendo un
trabajo que le complazca, por pura necesidad de mostrarse superior,
critica, y su propia postura lo obliga a comprometerse más con sus
colegas de profesión que con quienes deberían ser la razón de su
arte: el público general. De ahí que con más frecuencia los
espectáculos teatrales se han ido convirtiendo en bizarros
entramados de imágenes y palabrerías ininteligibles que, siendo
objetivos, en muchos casos, ni sus propios creadores podrían
fundamentar sólidamente, si se les conminara a hacerlo.
Obviamente, estamos los artistas en el
deber de armarnos de conceptos y objetivos sólidos a la hora de
exponer nuestro trabajo, pero lo que olvidan mucho colegas es que esa
persona que asiste a vernos, que nos elige para emplear tres de sus
bienes más preciados: su tiempo, su atención y su dinero, no va a
hacerlo para recibir una lección de política, de antropología o de
postmodernidad, va a ENTRETENERSE.
Sí, se hace necesario ponerle a
pensar, pero esto hay que hacerlo valiéndonos de una estética y un
discurso oral o visual que los acerquen a la historia que le estamos
contando, no que los haga salir de la sala deseando no haber gastado
su plata, su tiempo y su atención en vano. (Luego nos preguntamos
por qué cada vez va menos gente al teatro.)
En octubre de 2015 se cumplirán 20 de
la primera vez que me paré sobre un escenario con un pequeñísimo
papel que cambiarÍa mi vida para siempre. Desde entonces supe que
eso era lo que quería hacer el resto de mi vida: TEATRO. Eso lo
“supe” por puro ego, porque los aplausos y el reconocimiento son
el peor opio que existe. Pero lo que no supe sino que me impuse a mí
mismo desde siempre fueron los sentimientos de humildad y respeto
para el “respetable”. MI EGO JAMÁS SUPERARÁ EL RESPETO A MI
MISMO, PERO MÁS QUE TODO, EL RESPETO HACIA EL RESPETABLE PÚBLICO.
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