jueves, 11 de diciembre de 2014

Ego versus público


Me ratifico: NO HAGO TEATRO PARA OBTENER LA APROBACIÓN DE OTROS TEATRISTAS Y MUCHO MENOS PARA LOS DILETANTES. Hago teatro para aquellas personas que ven el teatro como un medio de entretenimiento; para aquellos que dicen “hoy voy a distraerme al teatro”.
Lamentablemente el ego del artista, cuando ha sobrepasado todo sentimiento de humildad, se eleva incluso por encima de su propia complacencia. De tal modo que aun viendo un trabajo que le complazca, por pura necesidad de mostrarse superior, critica, y su propia postura lo obliga a comprometerse más con sus colegas de profesión que con quienes deberían ser la razón de su arte: el público general. De ahí que con más frecuencia los espectáculos teatrales se han ido convirtiendo en bizarros entramados de imágenes y palabrerías ininteligibles que, siendo objetivos, en muchos casos, ni sus propios creadores podrían fundamentar sólidamente, si se les conminara a hacerlo.
Obviamente, estamos los artistas en el deber de armarnos de conceptos y objetivos sólidos a la hora de exponer nuestro trabajo, pero lo que olvidan mucho colegas es que esa persona que asiste a vernos, que nos elige para emplear tres de sus bienes más preciados: su tiempo, su atención y su dinero, no va a hacerlo para recibir una lección de política, de antropología o de postmodernidad, va a ENTRETENERSE.
Sí, se hace necesario ponerle a pensar, pero esto hay que hacerlo valiéndonos de una estética y un discurso oral o visual que los acerquen a la historia que le estamos contando, no que los haga salir de la sala deseando no haber gastado su plata, su tiempo y su atención en vano. (Luego nos preguntamos por qué cada vez va menos gente al teatro.)
En octubre de 2015 se cumplirán 20 de la primera vez que me paré sobre un escenario con un pequeñísimo papel que cambiarÍa mi vida para siempre. Desde entonces supe que eso era lo que quería hacer el resto de mi vida: TEATRO. Eso lo “supe” por puro ego, porque los aplausos y el reconocimiento son el peor opio que existe. Pero lo que no supe sino que me impuse a mí mismo desde siempre fueron los sentimientos de humildad y respeto para el “respetable”. MI EGO JAMÁS SUPERARÁ EL RESPETO A MI MISMO, PERO MÁS QUE TODO, EL RESPETO HACIA EL RESPETABLE PÚBLICO.

No hay comentarios:

Publicar un comentario